Alimentos Kilómetro Cero

Kilómetro cero: por qué es tan importante elegir alimentos de proximidad

Los alimentos de kilómetro O se produce lo más cerca posible de la mesa donde se consume: dejan una menor huella ecológica, apoyan la economía local.

Alimentos kilómetro cero: ¿qué significa? 

Se consideran alimentos de cercanías a los producidos a menos de 100 kilómetros del lugar de venta. También se denominan productos kilómetro 0, poniendo el acento en que, a menor trayecto recorrido, menos cantidad de CO2 se emitirá a la atmósfera.

Apoyo a pequeños emprendedores  

Es una forma también de salir del control y el monopolio de las grandes empresas. Adquiriendo productos locales ayudamos a la creación de pequeñas empresas y puestos de trabajo en nuestra zona geográfica. Así se fomenta que haya una mayor variedad de empresas, de productos y servicios.

Precios más justos

La demanda de productos y servicios locales repercute en un precio más competitivo y en productos de mejor calidad. Puesto que hay un ahorro en los costes de transporte, y de la gestión que realizan los intermediarios.

Apoyo a lo local

Yo compro en Mercados Municipales  y Comercios Locales porque durante la Covid-19, han estado apoyando a los mayores de sus barrios.

Ahora nos toca a nosotros  apoyarlos en la reactivación de la economía.

Plásticos No, Gracias

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Plásticos no, gracias. Conservar los alimentos en vidrio; la mejor elección.

La mejor conservación del cualquier producto, y sobre todo los que tienen relación con la alimentación, se realiza con vidrio, ya que reúne muchas más ventajas que cualquier otro material y además se puede reciclar al 100%. Al mismo tiempo efectuamos las 3R: Reducir, Reciclar y Reutilizar.

Día Mundial de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía 2020

17 de junio Día Mundial de Lucha Contra la Desertificación y la Sequía, con el tema de 2020 «Alimentos, Forrajes, Fibras«.

Cuando la Tierra nos pide ayuda

La desertificación es la degradación de la tierra en las zonas áridas, semiáridas y subhúmedas secas. Está causada fundamentalmente por la actividad humana y las variaciones climáticas. Este proceso no hace referencia al avance de los desiertos existentes. La desertificación se debe a la vulnerabilidad de los ecosistemas de zonas secas, que cubren un tercio de la superficie del planeta, a la sobrexplotación y el uso inadecuado de la tierra. La pobreza, la inestabilidad política, la deforestación, el sobrepastoreo y las malas prácticas de riego afectan negativamente a la productividad del suelo.

Cada 17 de junio celebramos el Día Mundial para Combatir la Desertificación y la Sequía con el fin de concienciar acerca de las iniciativas internacionales para combatir estos fenómenos. Esta fecha nos brinda una oportunidad única para recordar que se puede neutralizar la degradación de las tierras mediante la búsqueda de soluciones, con una firme participación de la comunidad y cooperación a todos los niveles.

La materia requiere una importante atención aún más especial en estos tiempos, considerando la situación de COVID-19. Acciones basadas en la compresión clara de los derechos, recompensas y responsabilidades en la gestión de la tierra puede ayudar a abordar las consecuencias de COVID-19 al abordar uno de los principales factores ambientales de los brotes emergentes de enfermedades infecciosas como es la pérdida de biodiversidad. Al mismo tiempo, fortalecer la resiliencia de nuestros sistemas alimentarios e hídricos puede ayudar a reducir los efectos de la pandemia en la pobreza mundial y la inseguridad alimentaria. Hoy, el lema «Suelo sano = gente sana«, promovido por la Convención para Combatir la Desertificación, es más cierto que nunca.

«Alimentos. Forrajes. Fibras», tema de este año que enlaza nuestro consumo con la salud del suelo

Este año el Día Internacional se centra en cambiar las actividades públicas hacia la principal causa de la desertificación y la degradación de las tierras: la producción y el consumo incesantes de la humanidad.

El crecimiento demográfico, el aumento de los ingresos de la población y el incremento de la población urbana intensifican la demanda de tierra para producir alimentos, forrajes y fibras textiles. Mientras tanto, la salud y la productividad de la tierra cultivable existente están disminuyendo, un declive que se ve empeorado por el cambio climático.

Con el fin de contar con tierras productivas suficientes para satisfacer la demanda de 10.000 millones de personas en 2050, es necesario modificar nuestro estilo de vida. A través del Día de Lucha contra la Desertificación y la Sequía, celebrado bajo el lema «Alimentos. Forrajes. Fibras», se aspira a educar a las personas sobre la manera de reducir su impacto individual.

Los alimentos, los forrajes y las fibras deben competir con la expansión de las ciudades y la industria de los combustibles. El resultado final es que la tierra se está transformando y degradando a un ritmo insostenible, lo que daña la producción, los ecosistemas y la biodiversidad.

Los alimentos, los forrajes y las fibras también están contribuyendo al cambio climático: un tercio de las emisiones de gases de efecto invernadero proceden de la agricultura, la silvicultura y otros usos de la tierra. La producción de ropa y calzado ocasiona el 8% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero, una cifra que, según las previsiones, ascenderá 50% para 2030.

Mediante cambios en el comportamiento de los consumidores y las empresas y la adopción de una planificación más eficiente del uso de la tierra y de prácticas más sostenible, podríamos disponer de terreno suficiente para satisfacer la demanda. Todos tenemos una responsabilidad como beneficiarios del suelo.